Inma Espinilla

Volvemos

Salimos. Pasito a pasito. Sin prisa. Volvemos a la calle después del enésimo confinamiento, con el hartazgo que supone darse de bruces con la realidad (y, aunque parezca igual, no siempre es lo mismo). Encierro de nuevo. Deseando sentirnos libres. Siete días en casa. Terminó. Martina y yo estamos preparadas, dispuestas a batallar el próximo revolcón de la vida.

Ella vuelve contenta al colegio, y yo disfruto del sol de enero. Sin más, con calma y esperando que seamos capaces de descubrir la verdad que se esconde en cada rincón. Ella cuestiona cada detalle, cada insecto y cada situación. Yo le digo que así se comportan las buenas periodistas: no dando nada por bueno hasta que no esté demostrado. No lo comprende. Tiene 5 años. Le respondo: “Siempre hay que tener un espíritu crítico. Analizar lo que nos cuentan y contrastar”. Así de sencillo.

Le explico que solo de esta forma podremos ser libres, y que ojalá la sociedad hiciese lo mismo. Este es el motivo por el que me alegra tantísimo darle la bienvenida al Nuevo Observador. Vuelve dispuesto a luchar, a echarle un órdago a los que pretenden silenciar. Convencida de que será un mecanismo de control, una apuesta por los reportajes de fondo y un medio que no se deje desbordar, me pongo en las manos de su capitán. Me siento orgullosa de que haya querido contar conmigo en esta nueva andadura.

Volvemos felices, orgullosos, igual que lo hacemos Martina y yo. Queremos bebernos la vida, gozarla y disfrutarla y, así como la sintamos, hacérosla llegar, cada uno desde nuestra parcela, cada uno desde nuestro rincón. En eso coincidimos, nosotras y la esencia de este nuevo medio.

Contar historias, defender la alegría y luchar contra la injusticia. La verdad como bandera y, el corazón, como bastión. El Nuevo Observador. Suena bien. Pensar que alguien vela por la democracia y por la información libre. Le deseo suerte, mucha suerte. Falta le hace en los tiempos que corren.